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Presencia y experiencia

En torno a los ochenta se reivindica la pintura como un componente válido para reflejar y retener momentos anteriores de la propia pintura, ahora sin el peso de una militancia política o estilística. La ausencia de purismos permite figuraciones neoexpresionistas y matéricas como las de Barceló en convivencia con graffitis simbolistas e irónicos de Ferrán García Sevilla y los homenajes de José María Sicilia a Malevitch y Mondrian.

Destaca también la diversidad de formas en que se concreta la escultura. El vitalismo que puede constatarse en los cuadros reaparece en formas escultóricas como las de Leiro. A través de sus personajes de madera se retoma, por una parte, el carácter manual de la talla y sus calidades plásticas y, por otra, el simbolismo de los personajes y el uso de la policromía. También la expresividad de las calidades de la materia tiene amplio protagonismo en la obra de Susana Solano. Juan Muñoz y Pepe Espaliú buscan el misterio a través de la inserción de la escultura en el espacio natural del espectador.

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